Egipto celebra democracia en históricas elecciones.

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Los egipcios se dirigieron hoy en masa y dentro de una absoluta normalidad a las urnas para votar a su primer presidente tras la caída de Hosni Mubarak, con la sensacion de decidir por primera vez en sus vidas el destino de su país.

La sola celebración de unos comicios en libertad era algo inimaginable hasta hace poco mas de quince meses, antes de que la presión de las propuestas populares obligasen a Mubarak a renunciar.

Por ello, pese a la convulsa transición que vive el país, los millones de votantes que se acercaron a los colegios electorales vivieron con la ilusión de un primerizo el momento de depositar la papelera en la urna.

Al margen del candidato elegido, un deseo era común a la mayoría de los electores. Egipto necesita estabilidad para recuperar la seguridad en las calles e impulsar la maltrecha economía.

Esta estabilidad es la que, de una manera u otra, han vendido los candidatos favoritos en la carrera presidencial, dos islamistas y dos ex altos cargos del antiguo régimen.

Comentario.

La Constitución de 1971 garantiza un sistema multipartidista. No obstante la Constitución prohibe los partidos de obediencia religiosa.

El régimen político de Egipto se caracteriza por un poder presidencial fuerte, así como por una clara centralización de la Administración. Egipto es por tanto una república presidencial con un régimen político socialista democrático, El presidente nombra a los miembros del gobierno, a los 26 gobernadores y los destituye a su libre albedrío. 

El presidente es elegido por un mandato de 6 años renovable sin restricción. El sistema electoral fue modificado en mayo de 2005 por un referéndum cuyo objeto era modificar el articulo 76 de la Constitución. Desde entonces la elección tiene lugar por sufragio universal directo con varias candidaturas. Sin embargo, la participación de los candidatos debe estar avalada por la Asamblea del Pueblo, tradicionalmente dominada por el partido presidencial. La primera elección de este tipo se celebro en septiembre de 2005.

La caída de Mubarak se debió a una ola de inconformidades de los ciudadanos que permea toda la región y barre a todo el Oriente Medio, llevándose con ello a los viejos regímenes tan viejos como el de Tunez. La ola ha alcanzado ya a Argelia, Yemen, Sudan, Jordania y Egipto, donde las poblaciones ya no aguantan mas la falta de libertades políticas, el no respeto a derechos humanos, la manipulación de los procesos electorales, el control de la prensa hablada y escrita, la falta de empleo, la corrupción de la elite política que robaba y despilfarra, los robos descarados al erario publico ante la aparente pasividad de las poblaciones, la falta de oportunidades, de mejorar los niveles de vida ante la aplicación de su política neoliberal, entre otros ha llevado a la actual situación de conflicto interno.

Un cambio de régimen en Egipto puede traer muchas consecuencias en la región. Egipto es muy importante tanto en África como en el Oriente Medio, es la bisagra que une a África y a Asia es el país mas poblado del mundo árabe con mas de 80 millones de habitantes. Un cambio radical cambiaría totalmente la faz de la región, de ahí la preocupación de los Estados Unidos porque la transición sea ordenada y pacifica y que de preferencia el poder quedara en manos amigas, ya que la hermandad musulmana en el poder, rechizaría la paz y las relaciones con Israel, rechizaría a los Estados Unidos, a los europeos y ayudarían a cambiar a todos los regímenes de la región, abriéndole el paso al radicalismo islámico.

En este sentido las revueltas que en 2011 han desencadenado cambios políticos en buena parte del mundo árabe han abierto importantes cuestiones sobre el futuro de Oriente Medio. Uno de los países que mas interrogantes plantea así, es Egipto, debido a su tamaño, su posición geopolítica, sus tradicionales relaciones con el mundo no islámico y fundamentalmente con Israel, asi como por la capacidad de convertirse en referente para otros países islámicos que viven procesos similares. En este contexto se analiza la posibilidad de implantar en Egipto un modelo de gobierno similar al turco, donde actualmente se combinan la presencia de un partido islamista en el poder con el funcionamiento democrático de las instituciones.


La situación que vive hoy en día Egipto y la mayoría de los países árabes, me lleva a pensar en lo que nos dice Hesse, sobre que ciertamente diversos sistemas políticos, que en todo caso no siempre garantizan la libertad, reclaman para si el valor de la democracia. Es por ello que la creciente actividad del Estado amenaza la libertad por las intervenciones estatales arbitrarias, que en efecto hacen a un lado a la democracia, pues se trata del dominio de unos seres humanos sobre otros, por lo que implica en el mayor de los casos, un abuso o exceso de poder, es por ello que la protección frente a esta amenaza no requiere mas que la delimitación y el equilibrio de los poderes, en este sentido, se debe de asegurar que los poderes estatales se abstengan de realizar intervenciones ilícitas, lo que hace necesario la existencia de un sistema de control eficaz y la limitación del poder estatal. 


En síntesis, se trata de reducir las funciones estatales desde la Constitución de manera formal y material para una eficaz protección de la libertad individual. 


En este sentido, la redacción de la nueva Constitución del Egipto deberá contener puntos claves como el reparto de poderes entre el Parlamento y el presidente de la República o el papel de las todopoderosas Fuerzas Armadas.